Comentario
En que se cuenta lo que más pasó con los indios
Conocido por los indios el tiempo, iban en seguimiento de su venganza, y así buscaban a nuestra gente cada día trayendo paveses, pensando librarse del arcabuz, como nuestras rodelas se defendían de sus flechas. Estaban muy escarmentados, y así con esta rabia por entre las ramas y árboles nos flechaban, tirando al rostro y piernas, porque las veían desarmadas: y los soldados se tenían la culpa, porque tomaban sus flechas y daban con ellas en las rodelas de punta y en las otras armas duras, para darles a entender como no les hacían mal; pero ellos decían que diesen con ellas en los ojos o piernas; y como no querían, entendían el secreto y siempre tiraban a estos dichos dos lugares. Visto por el general don Lorenzo que nos venían a casa a buscar, mandó a un soldado que con otros doce fuese a hacer mal al pueblo de Malope, entendiendo ser suyos los que hacían daño. Quemaron el pueblo, y se volvieron habiendo sus moradores huido al monte.
En cuanto esto pasó, los indios más vecinos al campo estaban dando muchos gritos, y no faltara quien les ayudara a dar más diciendo: --Miren y vean cual se está abrasando el pueblo de Malope, y vean el sentimiento que aquella gente está mostrando. Llamáronles del campo con una banderilla de paz (que también la usan ellos). Llegáronse más un poco, y el general salió a hablallos, llevando al piloto mayor consigo, y que a sus espaldas fuesen seis arcabuceros para lo que pudiese suceder; mas los indios, como viesen arcabuceros, iban dando pasos atrás, y con las manos daban a entender no llegasen.
Mandólos el general quedar; y acariciándolos, les dijo: que éramos amigos suyos; y que ¿cómo ya no nos traían de comer como solían? Y ellos, por señas, se quejaban diciendo que si éramos amigos, ¿cómo los mataban, estando en paz? Y luego dijeron: --Malope, Malope, amigos pu (que así llamaban al arcabuz), dando a entender, que si tan amigos éramos de Malope, ¿cómo le habíamos muerto con el arcabuz, y agora le estaban quemando el pueblo? Y lo mostraban con el dedo. Dijo el general que ya los que habían hecho el daño estaban muertos y enviado una cabeza a su pueblo en castigo de lo que hicieron. Preguntaron por el jauriqui, que era el adelantado, y fueles dicho que estaba en el pueblo. Díjoles don Lorenzo que trujesen de comer: y ellos lo hicieron así, viniendo el siguiente día y los demás con la ofrenda acostumbrada. Estos indios me parecieron de buena ley y fáciles de atraer a paz, y ésta guardaron enteramente estando della. Paréceme que la guerra nosotros se la dábamos a ellos; y ellos a nosotros la hacienda: y todo el tiempo que estuvieron de quiebra hubo grande necesidad para buscar de comer. Esta falta suplió la harina que del Perú se había llevado, que fue la vida de esta jornada.